Comienzo este blog, consciente de que la falta de ignoransia sobre este tema es criminal, y quizás influido por las sabias palabras de Gandhi que decía que “es muy probable que lo que hagas en tu vida sea insignificante, pero es muy importante que lo hagas”. Y para empezar nada mejor que hacerlo con el abedul, Betula spp., que está considerado como el árbol del inicio, del comienzo.
Es el primer árbol del alfabeto céltico Beth-Luis-Nion (abedul-serbal-fresno) que se utilizó en Irlanda desde el año 600 aC; según este calendario, el primer mes del año, que comenzaba el 1 de noviembre, es el de Beth, el abedul. La víspera de este día se celebraba la noche del Samaín (hoy más conocido por el nombre de Halloween, al ser absorbida esta celebración por el cristianismo), período del año en el que se abren las puertas que separan el más allá, el sidh, y nuestro mundo, el mundo de los mortales.
En Escandinavia, el brote de sus hojas señala el comienzo del año agrícola, porque los labradores lo utilizan como guía para sembrar el trigo de primavera. Me gustaría saber si
nuestros campesinos tienen o tenían esta referencia u otra semejante en el mundo vegetal para iniciar sus labores en el campo; si alguien sabe algo del tema, que lo haga saber en los cometarios.
Asimismo, la madera tradicional para fabricar las cunas de los bebés, de las nuevas vidas, es la del abedul, el árbol del comienzo, pues ahuyenta a los demonios. Esta madera se contrapone a la del saúco, pues según una antigua superstición británica,
un niño puesto en una cuna de madera de saúco será consumido o lo dejarán negro y azul las hadas, a fuerza de pellizcos. Podemos comprobar cómo perviven estas costumbres todavía en nuestros días, hojeando cualquier catálogo de cunas de IKEA, por poner un ejemplo, que continúa con esta tradición tan arraigada en los países nórdicos.
En Finlandia, existe la costumbre del novio de ofrecer a la prometida un anillo de corteza de abedul, antes de entregarle el anillo definitivo… como vemos, los finlandeses acuden a este árbol para este rito de paso, esta nueva vida, que es el matrimonio.
Los Pioneros de la Glaciación y los Incendios
Es curioso comprobar que, habitualmente, toda tradición o leyenda se apoya o descansa sobre unos cimientos, unas raíces históricas de las que se eleva, transformándose y desdibujándose con el tiempo, pero sin perder la esencia de sus orígenes.
El caso del abedul no podía ser diferente. Esta especie fue de las primeras que colonizaron Europa y otras regiones ocupadas por los hielos durante la última glaciación, y que hoy constituyen una amplia extensión de clima templado en el continente. Para saber cómo lo hizo, no tenemos más que fijarnos en su flor. El abedul despliega su flor sin adornos, sin colores, ya que no necesita ni puede depender de los insectos para realizar su polinización: cuando se produce la retirada de los hielos glaciares, es evidente que no puede esperar la visita de los insectos, pues éstos no pueden sobrevivir en unas condiciones ambientales tan duras. Así que estas mismas condiciones fueron las que determinaron el diseño de las flores de estas angiospermas arbóreas, que se denominan amentos.
Estos amentos, tanto los masculinos como los femeninos, preceden a la brotación de la hoja, para que la polinización por el viento no encuentre obstáculos. Sus semillas, aladas, son las más ligeras que existen: para completar un kilo necesitamos varios millones de ellas; así es que el viento las transporta a grandes distancias y de esta forma llegan fácilmente hasta terrenos despoblados o vírgenes, o que han sufrido la devastación de un incendio o un vendaval, donde la tierra precisa de su cobertura. Estos frutos alados tienen una gran capacidad germinativa en suelos húmedos. Todo el proceso, como vemos, lo realiza el árbol sin que intervengan los insectos para nada… los pioneros son unos seres solitarios.
Una vez instalado el abedul, es capaz de transformar las condiciones del terreno de una forma rapidísima: su abundante transpiración drena los terrenos excesivamente encharcados y sus raíces transfieren calcio y sales potásicas, contribuyendo al equilibrio del suelo. Además, estas mismas raíces excretan las auxinas, unas hormonas del crecimiento de las plantas que favorecen la vida de los micro-organismos y que estimulan el desarrollo de las otras plantas.
Esta regeneración de la tierra, unida a que su copa irregular permite que pase suficiente luz, crea las condiciones necesarias para la llegada de otras especies, normalmente el roble y el haya.
Rápidamente ahogado por sus protegidos
El abedul es pionero, pues, de los terrenos desforestados, por ejemplo, tras un incendio o un vendaval, y actúa como cabeza de puente o avanzadilla de otras especies más voluminosas y longevas, y una vez cumplida su misión, es rápidamente relegado por los árboles que crecieron a su amparo y cobijo; amante de la luz como ningún otro, el abedul sucumbirá bajo la sombra y el empuje de hayas y robles.
Así que el abedul es un árbol de un gran valor ecológico para el bosque y aunque no sea una especie muy empleada para repoblar, debido a que la madera no es muy apreciada por los forestales –aunque en los países nórdicos sí se emplea para la producción de pasta de papel–, últimamente se está plantando con mayor frecuencia, sobre todo en los terrenos desforestados, con suelos silíceos y húmedos, allí donde nuestro árbol encuentra su ambiente idóneo, para que sirva de avanzadilla para la instauración de otras especies más delicadas en sus primeros años.
El Árbol de la Sabiduría y sus usos
Según Antonio Colinas, en La Llamada de los árboles, citado por Ignacio Abella, “en los países eslavos siempre se creyó que en los abedules habitaban los espíritus del bosque; sus ramas servían para apaciguarlos, como las ramas de los abetos apaciguaban a las Furias. Además, en la Edad Media, en el norte de Europa se creía que las brujas cabalgaban sobre escobas hechas con madera de abedul”.
La cita me recordó una costumbre practicada en Galicia que todavía hoy puede escucharse de boca de algunos ancianos de nuestros pueblos, la de barrer con ramas de abedul los caminos y encrucijadas para alejar de esa manera a los malos espíritus, os demos.
El abedul, árbol que se consideraba habitado por un espíritu beneficioso, es uno de los más empleados en los denominados árboles mayo, celebración que todavía hoy se festeja sobre todo en Ourense y otros pueblos como Vilagarcía de Arousa, donde se conoce como Festa dos Maios y, en general, en el resto de España y Europa; de hecho, es una de las festividades más extendidas en el continente europeo, y se merece una entrada aparte.
Otra aplicación, ciertamente menos digna, era la de utilizar las varas de abedul para azotar a los alumnos menos espabilados; de ahí el calificativo que se le dio a este árbol –con no poca guasa– de árbol de la sabiduría (los angloparlantes, de hecho, utilizan el término birching, de birch –abedul– para designar el azote con una vara, y ya se sabe que los ingleses son verdaderos especialistas en esta disciplina). Este apelativo también podría estar relacionado con el hecho de que la corteza del árbol, que tiene la propiedad de poder pelarse fácilmente en finas hojas, servía para confeccionar los pergaminos, a los que los romanos dieron el nombre de librum, término del que deriva nuestro libro y todos sus derivados.
En cuanto al aprovechamiento de esta especie por los pueblos que convivieron con ella, se puede afirmar que son inmemoriales… o casi. Y digo casi, porque en 1991, dos excursionistas alemanes que hacían una ruta por los Alpes italianos, en una zona de hielos perpetuos, descubrieron el cuerpo momificado del que resultó ser un morador de esta región del norte de Italia allá por el 3300 aC, es decir, en plena edad del Cobre en Europa. A esta momia humana, la más antigua conocida –de ¡más de cinco mil años! –, se la apodó con el nombre de Ötzi, por el nombre de la región donde fue encontrada.
Pues bien, entre el equipo que portaba Ötzi, se encontraron dos recipientes en forma de tarro cilíndrico hechos de corteza de abedul, una manera muy práctica de llevar todo lo que necesitaba; como sabemos, la corteza de los abedules jóvenes es muy fácil de pelar y permanece flexible y entera, incluso cuando se seca. Además es muy ligera –un recipiente ideal para las travesías por la montaña del Hombre de Hielo–.
Y no hay mejor ejemplo de lo incorruptible que es la corteza de esta especie que éste: los dos recipientes se conservan en buen estado y ¡uno de ellos todavía conserva el color blanco propio del abedul! El otro está ennegrecido, posiblemente porque guardaba las brasas de su último fuego.
Además, Ötzi llevaba con él dos setas que crecen sobre los troncos de los abedules, ensartadas por unas tiras de estrechas de cuero, a modo de collar. Ya se conocía el efecto antibacteriano de este tipo de hongos, que se aplicaban sobre pequeñas heridas o para curar los dolores de estómago, algo que Ötzi sufría a consecuencia de los parásitos intestinales que tenía. Lo asombroso es que hace más cinco mil años se tuvieran estos conocimientos medicinales de estas setas y otras plantas que Ötzi llevaba en su “kit de primeros auxilios”.
Ahora podemos comprender mejor por qué el abedul tiene tanta presencia en la cultura popular de los pueblos, sobre todo los nórdicos, que es donde más abunda esta especie. En estos países tiene otros muchos usos.
Realizando una incisión en los troncos de los abedules, por poner algunos ejemplos, se obtiene la llamada savia de abedul. Esta savia se obtiene durante el mes de marzo, antes de que aparezcan las hojas y se utiliza para el tratamiento de los cálculos renales y para disolver la arenilla de los riñones.
Con la savia de abedul, muy rica en azúcares, se elabora, al fermentarla, la cerveza o vino de abedul, una bebida alcohólica muy consumida en el norte de Europa. Por esos lares se considera a esta bebida como uno de los mejores remedios para bajar la fiebre y como uno de los mejores diuréticos, especialmente útil para los achaques reumáticos, como artritis, artrosis, gota, etc.
Para terminar, omitiendo otros muchos usos de esta especie, diremos que de la madera del abedul se extrae la xilasa que se utiliza en la producción de xilitol, que se utiliza como edulcorante en algunos dulces y chicles, puesto que no produce caries; también entra en la composición de alimentos elaborados para los diabéticos, al no precisar de la insulina para que el organismo pueda metabolizarlo.
Para saber más
- La rama dorada, de James George Frazer: sobre los árboles de mayo o palo mayo. Un clásico de la antropología.
- La magia de los árboles, de Ignacio Abella: buen libro sobre lo que aquí tratamos, las relaciones entre los árboles y el ser humano; a veces se lía un poco en temas místicos, pero un libro muy recomendable, sobre todo en el capítulo sobre el tejo.
- La diosa blanca, de Robert Graves: aunque denostado por los intelectuales, porque propone algunas relaciones descabelladas entre los griegos y el mundo celta, a mí me aporta muchos datos interesantes sobre las plantas y la mitología, tanto grecolatina como céltica; y como me interesan las ideas y no quién las dice, o las modas intelectuales, que también existen, pues lo utilizo y recomiendo. En general, es una escritura farragosa y no es para leer de un tirón –aparte de tratarse de dos libros–, pero tiene datos documentados que no he encontrado en otros sitios.
- http://www.botanical-online.com/medicinalsabedul.htm un buen sitio sobre las plantas medicinales, remedios naturales, con buena información sobre cada especie; muy recomendable.
- http://www.archaeologiemuseum.it/en/node/285 página oficial del Museo Arqueológico en Bolzano, al norte de Italia, referida a los recipientes hechos con corteza de abedul. Las investigaciones sobre Ötzi realizadas hasta la fecha son muy interesantes, sobre todo por las últimas teorías que apuntan a un sacrificio ritual o una muerte violenta y agónica del pobre Ötzi. Quizás, digo yo, que podría tratarse de un druida o chamán, por el conocimiento que debía poseer sobre plantas medicinales, aunque se hayan encontrado armas al lado de sus restos… quién sabe.
Por último, una cita sobre el abedul extraída de El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas. Nan, el tío de Herbal, un carcelero de la Guerra Civil, le dice a su sobrino que cierre los ojos y que le diga, sólo por el olor, qué madera es la que le acerca a su nariz:
-Este es de abedul, señalaba por fin Herbal.
Está guay, es todo muy interesante, yo lei que cuando restauran una mina, lo primero que ponen son abedules, debe de ser de los pocos que aguanta tanta contaminación.cbu
ResponderEliminarMe imagino que te refieres a la regeneración forestal de las minas a cielo abierto o de sus depósitos. No conocía este dato, y corrobora lo dicho: el abedul es un "adelantado".
ResponderEliminarvaaaya yo he visto un monton de abedules en la dehesa de la villa en Madrid es impresionante lo que hacen de este árbol.bueno mi profesora me ha mandado hacer un trabajo sobre este árbol porque nos vamos a ir al museo botánico.
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